martes, 26 de octubre de 2010

Descifrando

Quiero entender a mi cuerpo,
es impresionante la cantidad
de señales que me envía.
En un momento siento
el corazón como con un hoyo
que sigue apaleando
en búsqueda de quién sabe qué.
En otro momento siento
como si mis hombros
fueran hechos de hierro
recién vaciado en los moldes.
De la nariz no diré mucho,
más por respeto
que por no tener qué decir,
al contrario, es curioso
lo mucho que se comunica
con sus viscosas interacciones.
La cabeza es más compleja,
repiquetea en sinfónicos golpes
como percusiones salidas
de alguna partitura de Orff,
y mi estómago tiene
un extraño complejo
por sonar como un volcán
en incipiente erupción.

Son tantas las señales,
que no sé si ir con un médico
o con un traductor.
Espero no sean quejas,
sino simples pláticas amistosas
entre órganos,
poniéndose al corriente
de la vida del otro.

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