jueves, 23 de junio de 2011

De cicatrices y costras

Algunas veces vuelve a doler como al principio, aunque solo cuando estoy apretando la herida casi cicatrizada. Es esa manía de rascar las costras y dejar salir un poco más de sangre, sin razón, por entretenimiento masoquista puro, aunque en mi defensa, creo que también tiene que ver que la cicatriz está toda rara y churpia. Culpo a mi médico por ello.

Así es, tengo la ligeramente pesada sospecha de que el médico que intervino y le da seguimiento a esa herida es un tanto incompetente. Al principio intentó lavarla y ponerle un "curita" con figuras de dinosaurios jugando con pelotas de playa, pero desistió al ver que la sangre brotaba como magma hirviendo, en una herida medible en metros. Está bien, hay que darle chance, novatín cualquiera, me dije al momento que golpeaba mi frente con la palma de mi mano. Ya luego, el sentido común le guió a usar gasas, después agregó vendas, hasta que todo eso tuvo que ser reemplazado finalmente por lo que en un principio, en mi humilde opinión, hubiera sido la solución más obvia y eficiente... puntadas!. Y de nuevo, otro golpe en la frente.

Cuando recurrió a dicha solución mi paciencia estaba al límite, sin embargo logré calmarme y tomar las cosas con calma y filosofía oriental, diciéndome relajada y continuamente "ya está viendo que la cagó, y hace algo al respecto" añadiendo respiraciones largas y lentas. Todo hubiera sido un tanto aceptable si no es porque al final me di cuenta de la falta de talento del médico para la costura... En este punto mi frente ya estaba completamente roja a punto de hinchamiento.

En fin, lo hecho hecho está, supongo que toca aguantar como los machos, es decir, haré planas de "No debo de arrancarme las costras". Además, como servicio social y personal, rezaré para que a este médico le llegue una mega dosis de inspiración divina. Que así sea.

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