Tomar el plato, y servir una enorme porción
del platillo odiado.
Esta caliente, listo para ser ingerido,
bastante condimentado de obligación.
Se debe reconocer que el chef lo ha intentado,
algunas hojas de esperanza para darle sabor
y un poco de estabilidad financiera para decorar.
Alguno que otro pensaría que es una delicia,
pero se olvida que es el platillo odiado.
No hay más qué esperar,
el plato está servido
y la cuchara esperando sobre una servilleta paternal
que grita repetidamente "ya come!"
Toca comer.
Pero es el platillo odiado!
por Dios!
¡¿A quién le gusta comerse su orgullo?!